La promesa de sacar las bicicletas de las aceras de Barcelona (salvo las de más de cinco metros de amplitud) va camino de concretarse. Una propuesta que empieza a debatirse para modificar la ordenanza de circulación reafirma que las bicicletas sólo podrán ir por las aceras, andenes y paseos de más de cinco metros y tres metros de amplitud libre, salvo señalización en contra. En el centro de Barcelona, en las amplias aceras del Eixample no se prevé esa señalización en contra, de manera que en teoría quedarían excluidas para las bicicletas, al no llegar, por muy pocos centímetros a esos 5 metros de amplitud. Esta prohibición ya existe en la norma vigente, pero desde el Ayuntamiento se afirma que la entrada en vigor de nuevos cambios, seguramente en otoño, irá acompañada de una mayor firmeza en su aplicación.
Las bicicletas han de tener prioridad sobre el resto de los vehículos, pero nunca sobre el peatón. Esta filosofía ilustra un documento de trabajo de la gerencia de Movilidad del Ayuntamiento que se ha preparado durante más de un año y que, a última hora de la tarde de ayer, se empezó a debatir en una reunión del grupo de la bicicleta del Pacte per la Mobilitat, en el que están representadas empresas del sector y entidades de usuarios de la bicicleta. Y esta filosofía se quiere traducir en una aplicación más estricta de la normativa para que los peatones no se encuentren con bicicletas en su territorio natural, la acera, salvo excepciones.
La modificación que se prepara incluye otra novedad que será aplaudida por unos y criticada por otros, las empresas de cicloturismo urbano. Los grupos de turistas que circulan en bicicletas para hacer recorridos por la ciudad (con o sin guía) no podrán ser de más de diez personas. Además, se establecerá la obligatoriedad de registrar todas las bicicletas de uso comercial, que incluyen a las de alquiler y las que se usan para tareas como el reparto de mercancías.
El documento es una primera propuesta de modificación de varios artículos de la ordenanza de Circulación de Viandantes y de Vehículos, concretamente algunos que afectan a las bicicletas y a los vehículos de movilidad personal. Así, se establece como criterio general que las bicicletas circularán por las calzadas, con o sin carril bici, aunque podrán seguir haciéndolo por las aceras amplias y por todas las “calles bici”. Esta nueva acuñación corresponde a todas aquellas calles donde el límite de velocidad está establecido en los 30 kilómetros por hora. No son sólo las “zonas 30”, sino todas aquellas calles de calzada estrecha (un solo carril o dos en sentidos contrarios) donde rige ese límite de velocidad.
Las nuevas restricciones a las bicicletas turísticas están llamadas a causar oposición en un sector en alza. Los grupos, con o sin guía, son una actividad creciente en Barcelona. El Barri Gòtic y otras áreas de Ciutat Vella de interés turístico son los escenarios habituales de los tours guiados, que a veces agrupan a veinte o más personas sobre las bicicletas. Ha habido quejas por la proliferación de estos grupos, y hace un año el Ayuntamiento ya respondió en primera instancia prohibiendo los grupos de ciclistas por las calles más estrechas. Aquellas quejas provenían básicamente de peatones que se veían molestados por los grupos ciclistas. Pero, en los últimos tiempos, el Ayuntamiento ha registrado quejas de otros ciclistas, molestos, por ejemplo, por la invasión de carriles bici por parte de grupos turísticos.
El sector del cicloturismo urbano va a intentar que el Ayuntamiento cambie de objetivos en lo que le afecta. “Parece que van en contra de la promoción de la bicicleta, aunque digan que la apoyan como vehículo de transporte no contaminante”, apunta Ester Boada, presidenta de la asociación Bicitours Barcelona, que agrupa a una decena de empresas. Los grupos superiores a diez personas son habituales en este negocio. “A menudo recibimos colectivos de 80 o 100 turistas que quieren hacer un recorrido por la ciudad, y los repartimos en grupos de 15 –explica Boada–. Si reducimos ese número, aumentará el coste, porque cada grupo necesita un guía y los guías no son baratos”.
La asociación que preside Boada no tuvo conocimiento oficial del borrador de modificación de la ordenanza hasta ayer tarde, circunstancia que también les parece inapropiada. En cuanto al registro de bicicletas, Boada lo ve con prevención, temiendo que sea un primer paso hacia una futura matriculación obligatoria de las bicis.
Actualmente, el registro de bicicletas es voluntario y puede hacerse de manera gratuita en la Oficina de la Bicicleta de la plaza Pi i Sunyer, en el Gòtic. Lo normal, sin embargo, es que quien quiera hacerlo se sirva del vendedor de la bicicleta que se encarga del trámite. Si además del mero registro se quiere marcar el vehículo con una tuerca personalizada insertada en el chasis, se ha de pagar una tasa que no llega a los 20 euros.
El plan de movilidad urbana (2013-2018), que está en su fase final de elaboración, ya plantea la reactivación del sistema de registro y marca de bicicletas, además de otras medidas como ampliar y actualizar la red de carriles segregados y zonas 30 o afrontar los retos de un futuro uso considerable de la bici eléctrica. El horizonte es el de una ciudad cada vez con más bicicletas. Y no es que ahora haya pocas. Cada día se produce en Barcelona una media de 126.000 desplazamientos en bicicletas, la tercera parte de ellos con los vehículos del bicing.
El cambio en la ordenanza (cuya última modificación sobre las bicicletas data del año 2007) está en el marco de ese plan de movilidad. Desde el inicio de mandato el gobierno de Xavier Trias fue creando expectativas que apuntaban a una “bajada a la calzada” casi masiva de las bicicletas.
El mismo alcalde ha ido poco a poco modulando aquellas intenciones y no será tan masiva, porque habrá bastantes excepciones, como las aceras más amplias, las expresamente señalizadas y, lógicamente, las zonas 30 y las habilitadas a ellas. En muchas calles estrechas ya son visibles las señales con un pictograma de una bicicleta, indicando su prioridad sobre el resto de vehículos.
Los autores del proyecto de modificación de la ordenanza han plasmado una voluntad de simplificación de la norma en algunos artículos. Así, la ordenanza vigente, al tratar de aceras con aglomeración de personas, marca detalles objetivos para determinar molestias de ciclistas a peatones. Se establece, por ejemplo, la distancia obligada de un metro entre bicicleta y peatón. Con el cambio, esa precisión se obvia (los agentes de la Guardia Urbana tienen problemas para certificarla), lo que no impide seguir sancionando cualquier comportamiento que afecte a la seguridad de los peatones. Se trata de simplificar, de hacer más comprensible la norma y más eficaz la tarea de los policías.
La propuesta de modificación de la ordenanza se empezó a debatir ayer en el seno del Pacto por la Movilidad. A finales de abril, se discutirá en la comisión municipal y podría llegar al plenario en mayo. La entrada en vigor de la nueva normativa podría, retrasarse hasta el otoño, porque el gobierno municipal establecerá un periodo previo de concienciación e información ala ciudadanía antes de aplicarla con las correspondientes sanciones.
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